Me acerqué a una pera madura que permanecía silenciosa y solitaria. De pronto sentí escozor al escucharla decir: podrías acompañarme el tiempo que desees (…).
Sorprendido respondí: no pertenezco a este lugar pero igual me place estar contigo. Y ella me repitió: puedes acompañarme el tiempo que quieras (…).
Continuar leyendo