¡España, bendito flamenco!

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Madrid.- ¡España, bendito flamenco!

   Me lo repetía, sin necesidad de convencerme, una turista canadiense que conocí en el Corral de la Morería, quizás uno de los sitios más emblemáticos del país ibérico que venera a esta suerte de embrujo popular de cante, bailaores y guitarras.

   De lugares únicos, habría que darse un salto a Andalucía y disfrutar en plena Plaza de España de Sevilla de espectáculos de cierta improvisación, elegantes trajes y una magia que envuelve a los transeúntes.

   Dentro de la mística del género probablemente más popular de España, están los duendes de los que hablaron más de una vez dos notables figuras del arte, el bailarín Antonio Gades y el cantaor Chano Lobato, ambos ya desaparecidos. Intentaron explicar esos misterios, que convierten a cada espectáculo de flamenco en un torbellino de talento y furor.

   De amor y odio, de pasión en estado puro, sentimiento y alegría. Puede que le endosen el calificativo simplista de folclórico, pero el flamenco hierve en la sangre española.

   “No canta, ni baila, pero no se la pierdan”, escribía en 1979 The New York Times sobre Lola Flores, y desde antes y hasta hoy, es ineludible encontrar por doquier este sello de identidad nacional.

   De la Faraona, nada más añadir que sus actuaciones y cante llenaron espacios irrepetibles, con ese carisma que la hizo célebre con La zarzamora y Pena, penita, pena. Y una familia de músicos, Antonio (trágicamente fallecido), Lolita y Rosario Flores (…).

-PATRIMONIO Y OTRAS BELLEZAS

   Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, desde el 16 de noviembre de 2010, el “fellah min gueir ard” (campesino sin tierra), flamenco, se remonta al siglo XVIII, aunque los historiadores subrayan que sus raíces son anteriores, con ascendencia gitana, efluvios africanos, árabes, judíos, cristianos y caribeños.

   Dentro de los Palos flamencos, que son los estilos, los más reconocibles son las Sevillanas, Bulerias, Soleás, Alegrías, Fandangos, Seguiriyas, y Tangos (los más antiguos del género), siempre con la invitación permanente a improvisar y dejar fluir la impronta de cada artista.

   -Es verdad que no hay términos medios (…) el cante es una aproximación, que pasa de la nostalgia más absoluta a la alegría más loca, sentencia Pablo Oliva, cantaor.

   -El flamenco es vivencia de pueblos, los Palos cambian y te llevan a un contexto muy profundo. No es sólo un sello andaluz, es un emblema más allá de la identidad. Cada baile es una vivencia que uno lleva a su mundo persona, reflexiona Raquela Ortega, bailaora con quien igualmente conversé en el Teatro Flamenco de Madrid.

   Hay pasiones, dolor, sobriedad, alegría, desasosiego, coquetería, resumía la prestigiosa bailaora Merche Esmeralda.

   Si faltaban dedicatorias, nadie mejor que el autor de ese hechizo musical llamado Entre dos aguas, Paco de Lucía.

   -El flamenco es la cultura más importante que tenemos en España y me atrevo a decir que en Europa. Es una música increíble, tiene una gran fuerza emotiva y un ritmo y una emoción que muy pocos folclores europeos poseen.

   Lo andaluz transitó desde Federico García Lorca hasta otros elegidos del altar de insignes escritores hispanoamericanos. Miguel Hernández, alicantino, Antonio Machado, sevillano, y el imprescindible Lorca, abrieron el camino a Lola Flores, Camarón de la Isla, Antonio Canales, el Pescadilla, Joaquín Cortés, José Mercé, Manolo Caracol (…).

   Y también Carmen Linares, La Niña de los Peines, Diego el Cigala, La Lupi, Sara Baras, Niña Pastori, Miguel Poveda, Ketama, Alejandro Sanz (…), de lo más puro a las mezclas, la fusión y lo moderno.

   Ya el Teatro Real de Madrid lleva tres giras internacionales de los espectáculos denominados Athentic Flamenco, en más 40 ciudades de América del Norte, Sudamérica, Europa, Oriente Medio, Asia y Oceanía. En suma, son más de mil 400 y el éxito garantizado.

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