Era prácticamente tierra arrasada, una ciudad con vestigios coloniales, la mística del budismo y secuelas de la ocupación de Estados Unidos. Los franceses la rebautizaron como Tourane, llegó a ser una poderosa base aérea norteamericana y recuperó su nombre ancestral, Da Nang (nacimiento de un gran río).
Tocada con la idea de una varita mágica, la urbe del centro de Vietnam es en la actualidad una suerte de milagro casi inverosímil para quienes la conocimos hace 20 años.
Es probablemente uno de los ejemplos más contundentes de los progresos alcanzados por la reforma denominada “doi moi” (renovaciòn) emprendida en 1989 y que hace dudar si, efectivamente, estamos en el país donde se lanzaron más bombas que el total de la Segunda Guerra Mundial.
Desde la terraza de un hotel, la vista panorámica en la noche muestra a Da Nang como uno de los emporios del desarrollo dinámico de la nación indochina.
De trazos modernos, puentes de ingeniosa arquitectura y un rosario de hoteles y restaurantes en plena armonía con su franja playera, Da Nang guarda numerosos atractivos más allá de su balneario.
Tiene cerca de millón y medio de habitantes, no es ajena al típico enjambre de motocicletas en su tráfico cotidiano; tampoco a la eterna curiosidad de los amistosos vietnamitas.
Siempre en el ambiente, la sonrisa capaz de camuflar el desconocimiento, el deseo de entablar conversación y la sempiterna paciencia asiática. Todos hablan inglés o al menos lo intentan. Todos degustan una deliciosa sopa Phó en los desayunos y algunos en la noche, para mitigar los efectos del alcohol.
De atracciones más allá de los placeres frente al mar, la Ciudad Imperial de Hué, una joya llena de historia, ubicada a 93 kilómetros de distancia; el Santuario de My Son y las Montañas de Mármol (Ngu Hanh Son), con dos kilómetros de extensión, a 500 metros de elevación y el adorno de pagodas y cuevas.
No podría faltar la monumental Lady Budha, terminada en 2010 y con 72 metros de altura, y naturalmente, la Ciudad Antigua de Hoi An, Patrimonio Mundial de la UNESCO, donde lo típico y tradicional forma parte del aire que se respira. Numerosos restaurantes y tiendas de artesanía reinan en plena armonía con la parsimonia de un enclave casi detenido en el tiempo para el encuentro genuino con el pasado.
Los puentes de Da Nang no pasan inadvertidos por su originalidad e iluminación. El Dragon Bridge que escupe fuego, el Puente Giratorio sobre el río Han y el colgante Thuan Phoc y el mirador Tran Thi Ly.
Sin paréntesis, la reverencia del “chapeau”, ante las imágenes de Marta Elena Llanes, una profesional y buena amiga que completa espacios de forma exquisita.
Las fotos impresionan y llama la atención desarrollo acelerado de un país que sufrió tanto
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Son gente muy trabajadora y convencida de que lo mejor en el mundo es su país y hay que levantarlo.
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EXCELENTE EMPALME DE TEXTO Y FOTOS. Y DOY FE DE LA IMPRESIONANTE BELLEZA Y EL DESARROLLO DE DA NANG.
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Gracias por el comentario y mucho más por el aporte de inestimable valor de la gran Martica!
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Vietnam es hoy la sorpresa, el asombro, un buen punto de referencia para este mundo cada vez más demente
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Ya hasta pudiera decirse que dejó de ser sorpresa. Es un país admirable en todos los sentidos.
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