Claves, códigos o “passwords”, como mejor le guste decirlo. Hasta el delicado “mot de passe” del idioma francés. El tema es muy sencillo: la invasión cibernética hizo de nuestras vidas signos, números y combinaciones, todas por supuesto, secretas.
Y login o ID, por añadidura.
Al principio uno hasta llega a sentirse importante. Se antoja la complicidad con lo invisible. Similar sensación ofrecen las tarjetas, plásticas, bonitas, bien diseñadas y prácticas. Antes, ser poseedor de una tarjeta de crédito era como un premio o distinción.
Ahora las regalan. Si uno acepta todas las tarjetas plásticas que le ofrecen en grandes y pequeños almacenes, hipermercados, supermercados y hasta tiendas de apariencia más humilde, terminará con el closet repleto…de más cosas inservibles.
Les cuento mi experiencia, por si resulta interesante. Tengo en Francia apenas tres tarjetas bancarias de crédito, pero cada una con su clave propia. Para acceder a las cuentas por internet, requiero de tres códigos diferentes.
Luego hay otro cuarteto, este como “viajero frecuente” de diversas aerolíneas. Tres de ellas necesitan igualmente “passwords” y login o identificador.
Como estamos en París, hagamos una parada de descanso para no agobiarnos. Un café frente al Sena, en las inmediaciones del Quartier Latin (Barrio Latino) nunca viene mal, sobre todo ahora con este frío matizado con lindos y helados copitos de nieve.
Mejor un chocolate caliente. Hay un lugar donde lo hacen delicioso, excepcional, pero tiene que disponer de siete euros, que hoy en día son como 10 dólares estadounidenses.
Se trata del Café Angelina, en la espléndida Rue de Rivoli, frente al Jardín de las Tullerías, donde Marcel Proust hacía sus apuntes ante las bailarinas de Cancán a inicios del siglo XX.
Ahora no hay música ni Cancán, pero parafraseando a Van Gogh, el chocolate queda todavía.
-Más tarjetas-
De tiendas, almacenes y mercados acepté otras cinco, con lo mismo, para no aburrir. Así que vamos ya por 12, a las cuales se agregan las imprescindibles del seguro social y médico. Siempre he tenido preferencias y hasta supersticiones con algunos números, con lo cual me contento.
Para completar un panorama aproximado en el quehacer cotidiano de un terrícola, añado tres direcciones de correos electrónicos y a memorizar se ha dicho. No tan de prisa. Existen además dos códigos para ingresar a mi edificio.
Andamos ya por un ejercicio mental extraordinario, porque el asunto puede quedar en anotaciones en un simple papel, so pena de extraviarlo en el mejor de los casos o perderlo y que caiga en manos delincuentes.
Por lo general tengo magnífica memoria, pero no soy infalible. En una ocasión salía de vacaciones para una playa y antes de hacerlo, caí indefectiblemente en esos 15 minutos diarios de estupideces de los humanos.
Decía mi abuelo español con ese humor incisivo, que todos los humanos tenemos asignados cada 24 horas, 15 minutos de bloqueo mental, para decirlo elegantemente. El siempre hablaba por las claras: de estupideces.
Y hay días largos, extensos, aunque hay otros con el coeficiente intelectual en las alturas.
Con apenas tiempo disponible, decidí cambiar el password de mi email principal. Resultado: en el balneario lo olvidé casi por completo y quería que el mar me tragara. Por suerte, abrí un nuevo correo electrónico y con los días, llegó el “flashback” salvador y recuperé mi antiguo email.
-!Cyberg!-
Sin embargo, para todo hay solución en la vida y como soy privilegiado ya sabré como enfrentarme a la modernidad en el futuro. El privilegio es mi hijo cibernético, un típico “cyberboy” con espíritu matemático y milimétrico para los cálculos.
Cuando le hablé del tema, Michel me aplastó literalmente con sus argumentos. A decir verdad, muy buenos argumentos. Hay sitios en Internet que trabajan en evitarle más conflictos a los desmemoriados o a los fanáticos de los passwords.
Para eso existen los gestores de contraseñas. Parecen bastante recomendables LastPass y 1Password. Todo apunta a simplificar las cosas con un programa que permita de una vez acceder a las claves preestablecidas o a lograr mediante un código virtualmente mágico, abrir todo nuestro embrollo de cuentas y accesos.
Me resisto a hablar del pasado con nostalgia. De las máquinas de escribir Remington, como repite mi madre, las libretas de teléfonos con abecedarios y hasta los diminutos recortes de papel con una anotación en las carteras para no olvidar asuntos relevantes.
Nada de eso. Si lo hago, comprenderé de inmediato que así hablan las personas de la tercera edad, los viejos, como los llaman unas con afecto y otras de manera peyorativa las nuevas generaciones.
Así que adelante los pastores. SMS, MMS, Smartphone, iPod, Android, iPhone, Blackberry, Palm, IPad, mini-noteBook, laptop, tarjetas magnéticas … que dentro de poco estaremos invadidos de robots y no sabremos cómo tratarlos.
Excelente la manera de describir esa experiencia cotidiana de nuestra generación.
Por la vía de mi correo dame más luz sobre esos programas, que mucho los necesito.
Felicidades y un fuerte abrazo.
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Aqui nieva en estos momentos y todavía estamos apenas en el final del otoño, pero nada cambia la tendencia a hacer de nuestras vidas claves y códigos. Te ampliaré por el email los programas que menciono en la crónica. Gracias y felicidades navideñas o de Noel.
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Bonito diseño. Pareciera que a lunar le gusta el rojo o es el color que adquiere frente a los passwords, los IDs y demás ·»$&%?=(_:;.s.
Buena nota, como casi siempre.
Felicidades, París
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Son los tiempos. Es rojo, verde y con los copitos de nieve que amenazan con imponerse en esta temporada invernal parisina. Agradecido.
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Yo debería ser un ciberboy pero tengo los teléfonos y direcciones en una libreta con el abecedario en el borde; para escribir algo necesito hacerlo primero a mano en un papel y después pasarlo en la computadora. Menos mal que no tengo tarjetas de crédito porque me asustan. Todos nos resistimos a intercambiar con el anónimo del ciberespacio y sus cómplices, no es ni mejor ni peor, es sólo cuestión de opciones y prioridades, digo yo. De todas formas, todos estamos conectados, lo importante es no perder la capacidad de estar relacionados
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Bueno todos deberemos tener en lo adelante cierta alma de Cyberg, boy o girl. Casualmente me acaban de cambiar el código de acceso a mi edificio. Así que a borrar el viejo y a pensar en el nuevo como el 2011. Gracias por la lectura.
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ya con el facebook y las licencias de los gobierno para espiar el ciberespacio, pues casi mejor no hacerle caso a estas cosas. como no manejo ni grandes sumas ni tampoco información estratégica alguna, me da igual. buen artículo.
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es cierto, pero también es bueno saber que dentro de lo posible, existen mecanismos de defensa de la privacidad. relativo de todas formas. agradecido por sus comentarios.
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